EL DEDO DEL CÉSAR

"No he pensado en rendirme, soy un luchador" o "Soy responsable, no culpable"

Son algunas de las frases que Bartzokas, entrenador del F.C.Barcelona, está pronunciando estos días tras las últimas derrotas en Euroliga.

A esto se le suma una inhabitual multa a los jugadores por bajo rendimiento, precedida por 19 fichajes para intentar reconducir la marcha del equipo, reuniones con nocturnidad,...

Este reciente caso nos ayuda a reflexionar acerca de lo que, a buen seguro, a una gran mayoría de nosotros nos ha ocurrido como entrenadores en alguna ocasión de nuestras carreras; que no es otra cosa que la pérdida del rumbo como equipo o, algo más grave, la infructuosa búsqueda del santo grial llamado "jugar en equipo".


Así que, si me permiten, cual historiador en el análisis de hechos históricos, analicemos dos posibles -y más comunes- situaciones, amén de sus causas y consecuencias:

CASO A) CUANDO LLAMAR A NUESTRA PLANTILLA  "EQUIPO" ES UNA UTOPÍA




En este primer escenario, a pesar de haber construido una plantilla con grandes nombres, nuestro trabajo está en entredicho por no lograr conjuntar al equipo. ¡Qué palabra más difícil de lograr!

A pesar de tus esfuerzos, planificaciones cuasi-perfectas, sesiones intensas, tácticas diseñadas a la perfección y análisis de roles,...No logramos que el grupo parezca un equipo ni invocando al dios de la paciencia.



Y entonces llega la presión en forma de elementos externos que, en función de la masa social del club, llegará en forma de medios de comunicación, afición, directiva, padres... y hasta el utillero en sus charlas en petit comité.

Y con la presión externa, tus dudas... Y empiezas a modificar la táctica, y luego las sesiones de entrenamiento, y luego llegan las manidas y recurrentes charlas motivacionales, para seguir con los cambios la planificación,...y de nuevo la táctica -mandando al garete las anteriores en las que tanto confiabas- y entonces ya, a vista de que nada funciona, endureces el gesto y señalas jugadores, y exiges fichajes a la directiva, y...hasta en el azaroso caso de que te hagan caso e incorpores a algún nuevo mesías, casi siempre ocurre que...



NADA CAMBIA.   

Y te ríes de esos que colocan en su muro de sus redes sociales la foto de cierto científico con una frase para la posteridad...como si tú no hubieses probado hacer el triple mortal hacia atrás.







Y finalmente observas que, aún habiéndolo dado todo, eres -irremediablemente- elegido culpable. Y aumentas las estadísticas de que el eslabón más débil es el entrenador.












CASO B) CUANDO LO QUE FUIMOS ES "ALGO" QUE YA NO SOMOS... NI SEREMOS

En este segundo escenario, has logrado crear un equipo, competir e incluso tener éxito a modo de victorias, campeonatos o resultados importantes. Todo marcha viento en popa, siendo el entorno al completo un valedor y adalid de tu marca de entrenador.  



Todos creen en ti, te defienden y jamás pondrán en entre dicho ninguna decisión tuya, incluso hasta las más díscolas. 

TE LO PERMITEN TODO.


Pero, -y esto es un misterio que pocos saben resolver-, por algún azar del destino algo de cierta, poca o nula relevancia (una derrota extraña, una conversación fuera de tono, un affaire en el entrenamiento, una pregunta incómoda en rueda de prensa, una lesión, una "licencia" de algún directivo,...) hace que los astros se alineen para que aquello que tanto ha costado construir se deshaga cual azucarillo en un té caliente.



Pero tú, en tu consideración de amo y señor, le das poca importancia, confiado de que tu varita mágica logrará enderezar el olivo. Tras la confianza, llega el desazón, la angustia, hasta acabar mirando cara a cara a la incapacidad de poder resolver el Teorema de Fermat - el cual creías haber descifrado en tu momento de vanagloria-. 






Y entonces, tus otrora guardaespaldas de opinión se preguntan mirándose unos a otros: "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra"; hasta que uno se anima, y entonces te llueven guijarros por doquier desde todos los lados. 





Tú, que hasta hacía pocas fechas tenías una foto gigante en la puerta del pabellón, hoy sirve de diana hasta para justificar el descenso de la venta de cervezas del bar de la esquina.







Y es entonces, cuando te das cuenta de que al menos en ese lugar eres un viejo recuerdo y que serás irremediablemente sentenciado de nuevo por el César.  CULPABLE.


Así que entrenador, mientras estés disfruta, trabaja al máximo, exprime la experiencia; pero cuando sientas que se busca culpable, no dudes. Prepárate para un nuevo viaje en tu camino. Eso sí:

Hazlo siempre con la cabeza alta. Y recuerda:


En homenaje a los miles de entrenadores que hemos sufrido el dedo del César, a pesar de los pesares.


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